Despertó antes de
que sonara su alarma. Se había pasado toda la primera semana de ocioso.
Viernes, 29 de enero. Los rayos del sol que se colaban entre las persianas de
la ventana caían directamente sobre su rostro. Se había despertado sintiéndose
mucho mejor... pareciese como si todo hubiese sido sólo un mal sueño. Comenzó
su rutina nuevamente y corrió camino a la escuela.
Se percató que era otro día ordinario,
ahora estaba casi seguro que el recuerdo de esa entidad había sido sólo un
sueño.
Al llegar, se dio
cuenta que era mucho más temprano de lo que pensaba; casi no había alumnos, ni
siquiera los profesores habían llegado. Se dirigió a su salón de clases. Al
entrar y encender la luz, pudo apreciar que todos los pupitres estaban vacíos,
a excepción de uno. ¿Quién habría llegado antes que él?
Ese pupitre tenía encima una mochila color
púrpura con algunos accesorios muy peculiares, obviamente era la pertenencia de
una muchacha, pero ninguna compañera suya tenía un estilo como ese. Supuso que
a alguna de ellas le dio por cambiar su estilo o algo así.
En lo que todos llegaban, esos treinta
minutos antes de empezar las clases se tornaron en la espera más aburrida...
pensó en fugarse para ir a jugar videojuegos en las maquinitas en alguna de las
tiendas de los alrededores, pero… recordó que no hay tiendas abiertas a las 6:40
de la mañana… y honestamente tampoco tenía tantas ganas.
Estaba por quedarse dormido, pero lo
despertó una sensación de abandono y un susto al darse cuenta de que en vez de
que las manecillas del reloj de la pared avanzaran, ¡retrocedían! y al cual
retrocedía el tiempo en el reloj, iban llegando compañeros y se iban otros. Era
como la escena de una película, el tiempo de ellos era muy rápido, entraban y
salían como fantasmas incapaces de darse cuenta que él estaba ahí sentado. Llegó
el momento en que el tiempo se congeló de nuevo por completo... el universo
cambió de color. Vio una silueta merodeando afuera a través del cristal de la
ventana, era de nuevo una silueta humana que en cierto punto se detuvo y se
quedó inmóvil por unos instantes. Quedó paralizado, la misma sensación del
fuego en su sangre le recorría de pies a cabeza.
Cuando
apreció que el individuo afuera se iba, sintió el impulso de pararse y encarar
a quien quiera que estuviese afuera y comenzar a resolver tal enigma, pero por
otra parte se decía que era arriesgado, que no sabía con quién o con qué se iba
a topar afuera y que todo podría acabar mal.
Al fin se decidió, saltó de su asiento y
corrió desesperadamente hacia la puerta para abrirla.
— ¡Espera! —gritó, pero la forma ya no
estaba.
Abrió
sus ojos, como si recién despertara de un sueño, pero se encontraba recostado
sobre su pupitre —no recordaba haberse dormido nunca. Al parecer la clase ya
había comenzado, y su profesora estaba llamándole la atención. Podía sentir la
mirada pesada de todos... al parecer nadie se percató de la presencia del ente,
mucho menos de su ausencia; había desaparecido así como así junto con la tan
curiosa mochila. ¿Tienen alguna relación
esa mochila y todo lo que está sucediendo?
El
resto del día fue agotador para él, pues se impartió clase de educación física
y cálculo. Llegó a casa muy cansado.
— Demonios… no quiero hacer nada.
Se
puso a ver la tv, y aprovechando que era viernes, se desveló viendo programas
estúpidos.
Se fue a dormir sin cambiarse de ropa. Tuvo
un sueño. Estaba él frente a un coche negro, no parecía de metal, sino de un material semi-translúcido, parecía
que estaba hecho de agua o de plasma. Tomó la palanca de una de sus puertas —le
sorprendió que las cosas materiales fueran tangibles— y entró. Dentro de este
vio a una muchacha, estaba acurrucada en el rincón del otro extremo del asiento
trasero, dándole la espalda. Esto le intrigó, pero también le dio miedo, no
sabía si atreverse a hablarle o irse.
Ya no sabía si iba a acceder seguido a
ese extraño mundo hasta en sus sueños, si se trataba de alguna otra dimensión o
si estaban manifestándose las consecuencias de los golpes que sufrió la vez que
lo atropellaron con una bicicleta cuando era un niño pequeño. Suspiró. De
pronto sintió una mirada sobre él… lentamente volteó. Vio unos ojos, unos ojos
verdes con enorme brillo interior. Sin embargo, ella le causaba una inefable
sensación de temor. Impulsivamente salió del auto y corrió... corrió como si su
vida dependiera de ello… se escondió en la oscuridad y aparente seguridad de un
callejón.
Se dio cuenta que huía de todo y de nada. ¿Esa chica me provocó el mismo temor que la
extraña entidad? —ahora todo en su cabeza daba vueltas, nada parecía estar
en su lugar.
***
Despertó
acelerado, sudando frío, jadeando. ¿Qué era esto? eran las 4 de la mañana;
apenas y había dormido al menos 120 minutos. De nuevo, fue todo un sueño.
Las
cosas parecían desencajar y revolver todo lo que era parte de su conocimiento. ¿Quién era?, ¿qué hacía aquí?, ¿qué papel
jugaba en mi vida? —balbuceaba, la duda del propósito de su existencia era
cada vez mayor. ¿Qué era todo esto?
No
pudo seguir durmiendo esa noche... al fin y al cabo el viernes ya se había
terminado. Fue al refrigerador, tomó la leche, el chocolate, helado, todo lo
que pudiera comer y pasó el resto de la madrugada sentado frente a la televisión
encendida hasta que volvió a quedarse dormido. Amaneció con un terrible dolor
de estómago, tenía diarrea y comenzó a vomitar mucho, sin embargo los
pensamientos no se habían ido.
El recuerdo de esa chica, de la
mochila y de la entidad seguían en él y le hacían sentir extraño. ¿¡Pero quiénes... o qué rayos eran!? —se
repetía buscando respuestas.
Cuando se sintió
mejor, quiso salir a tomar un poco de aire fresco para despejar su mente. Se
abrigó bien, y salió a caminar, disfrutando de un sábado muy fresco.
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