domingo, 12 de marzo de 2017

2. Melancolía

Pasaba de la media noche. Las cortinas grises a medio correr de una de las ventanas de la sala dejaban ver la fuerte y ruidosa tormenta de afuera, cuyo bramido se hacía casi mudo desde adentro. El vidrio estaba empañado y se notaban en él varios caminos hechos por gotas de agua y frio.
         Creo que otra vez lo hice… creo que alguien me vio, alguien me habló… ¿qué pudo haber sido? dijo ella con un volumen muy bajo desde el otro lado de la puerta de una habitación. Era una voz suave, dulce y amodorrada que llenaba la total  penumbra.
         Por debajo de la puerta apareció un haz de luz blanca, se escucharon algunos pasos y finalmente, la melodía de inicio del sistema operativo de una computadora.
         La chica abrió la puerta y salió de su habitación. A paso ligeramente apresurado se dirigió a la cocina sin prender luz alguna en su camino, se sirvió un poco de agua y después de beber ininterrumpidamente carraspeó, como para quitarse alguna sensación amarga o tajante.
         Tengo que calmarme… ¿qué fue eso? —volvió a hablar para sí misma con un tono suave y tranquilo para darse confianza.
         — Bueno, no importa… será mejor olvidar todo esto, sólo asumiré que fue un sueño extraño.
         Dejó el vaso en el fregadero. Se dirigió al baño, abrió el grifo y se echó agua en la cara como para enjuagarse los vestigios del sueño. Se vio a sí misma en el espejo. No veía nada diferente o extraño en ella: una muchacha de 21 años, de tez clara, pero no blanca, con marcadas ojeras, las mejillas ligeramente enrojecidas y los labios resecos por el frio, vestida con un pijama rosa pastel con pequeñas jirafas.
         Delgada, 1.62 de estatura, de grandes ojos verdes con forma de almendra y facciones armoniosas. Podía apreciar su cabello suelto, largo y castaño claro que pareciera tornarse de lacio a ondulado en algunas partes cerca de las puntas. Estaba descalza.
         Después de unos segundos de trance, reaccionó, cerrando el grifo apresuradamente. Regresó a su cuarto y cerró la puerta con seguro a pesar de que no había nadie más que ella. Eso le daba cierta seguridad.
         Abrió un cajón de su pequeña y ordenada cómoda. Sacó una libreta pequeña de pasta negra y un lápiz, se sentó en el centro de su colchón buscando estar cómoda. Comenzó por escribir la fecha y la hora aproximada.

***

         Miércoles. 27 de enero de 2016.
         He soñado algo extraño, tanto como para sentir una perturbación dentro del sueño y querer escribir esto. Puedo recordar varios detalles… —escribía. Después lo reescribió, esta vez en el editor de texto de su computadora portátil mientras se reproducía su selección de música clásica. La noche seguía transcurriendo. Cuando vio que dieron las 3 de la mañana, decidió que era tiempo de dejar de escribir y volver a dormir.
         Apagó su laptop, la cerró y la tomó con una mano, con la otra tomó su libreta y el lápiz. Se levantó, dejó la computadora sobre su pequeño escritorio de madera y fue a guardar su libreta y el lápiz de nuevo en el cajón. Apagó la luz y finalmente se metió en la cama para cubrirse con el grueso cobertor.

         Vaya manera de prepararme para el nuevo inicio… quedándome despierta hasta tarde perdiendo el tiempo... y eso que entro a destiempo debido a que hace poco que vivo en este lugar. ¿Qué estoy haciendo? Según yo comenzando a ser libre pero, ¿por qué me siento tan vacía? Oh, si… debe ser por eso… por ellos… —filosofaba con un volumen apenas audible para ella debido a la tormenta afuera.
         Tú eres mi única compañía, mi único escucha y amigo. Gracias por soportarme durante tanto tiempo. Si tan sólo estuvieras vivo… sé que encontraré a alguien algún día que me ayude a romper con esto. —le dijo tan melancólicamente a Miel, su pequeño oso de peluche que alguien le había regalado en su noveno cumpleaños.

         El sonido de la lluvia la arrullaba, una lágrima brotó de uno de sus ojos y rodó por su sien antes de quedar dormida abrazando al oso de peluche.

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