jueves, 29 de junio de 2017

5. El comienzo

La tensión que ella generaba crecía mientras el sábado avanzaba. Ella ya era la mayoría de sus pensamientos.
         ¿Cómo se supone que me la sacaré de la cabeza? Ella podría estar relacionada con la entidad o ser esa entidad, ese espectro que me acecha, que me sigue curioso a cada paso que doy… —sacaba sus conclusiones. Tal vez su existencia revolucionaría la suya.
         Se encontraba jugando un videojuego, su departamento era un desastre, pero no quería ponerse a limpiar durante una tarde gris de otro frío viernes. Después de un largo rato sin lograr pasar de nivel, comenzó a sentir hambre. Su apatía había llegado a un nuevo límite, mandó todo a la porra.
         — El hambre es canija, pero más quien se la aguanta… pero yo no lo soy. —Dijo mientras iba a la cocina. Hubo un momento en el que miró el reloj y justo antes de poder leer la hora, sintió que el tiempo de nuevo se detuvo. Se sintió mareado… al recuperarse del momentáneo mareo, quiso volver, pero lo que vio lo dejó helado… vio a alguien tirado en el piso frente a él, como su hubiera sido víctima de un desmayo… se vio a sí mismo.
         Tembló de miedo cuando el timbre de su casa sonó. Estaba de verdad aterrado, sólo podía pensar que esta vez probablemente estaba muerto.
         Fue a tratar de abrir la puerta. ¿Será que soy un fantasma?, ¿de esos que hablan esos programas de cosas paranormales? —pensaba. Para su sorpresa no vio a nadie. Cerró. Estaba tan pasmado, nunca se había planteado estar así, no sabía cómo reaccionar a esa situación. Caminó hacia donde estaba su cuerpo tirado, pero este ya no estaba. Esto hizo estremecer hasta lo más recóndito de su ser, dejó salir el grito de desesperación que desde minutos atrás estaba tratando de contener.
         La puerta volvió a ser tocada, esta vez repetidas veces y más fuerte
         Lentamente controló su extrema ansiedad y caminó hasta la puerta para volver a abrir
         No podía creer lo que veía… tenía frente a él a la chica que había visto en sus sueño, durante su última estadía en ese mundo en el coche. Se aterró tanto como jamás lo había estado en su vida, tanto que le hizo verdaderamente perder la calma, romper una ventana y saltar... Se golpeó en la cabeza, milagrosamente no quedó inconsciente.
         Corrió y corrió como pudo, aguantando la palpitante sensación de dolor en su cabeza por entre las calles que estaban de nuevo vacías. Sentía sus piernas entumecidas, el cuerpo pesado, sentía que no avanzaba. Creyó que se desmayaría del dolor.
         Llegó a un pequeño establecimiento en la esquina de una cuadra, una tienda de convivencia. No había nadie.
         No recorrió gran distancia, sin embargo ya no sabía en dónde se encontraba.  
         Cuando creyó poder estar más tranquilo, se recargó en un estante para intentar terminar de recuperar el aliento, el sudor le rodeaba la cara, sentía los latidos de su corazón en todo su cuerpo.
         Se dio cuenta que un poco de sangre goteaba de su cabeza. ¿Fue cuando caí? Debe ser la razón por la que siento que mi condición se entorpece —dijo casi sin lograr articular las palabras.
         ¿Quién?, ¿quién es la persona que estuvo en mi casa?, ¿qué es lo que quiere?, ¿Por qué estaba ahí?, vaya, creo me estoy volviendo loco, ¡loco! —Fue lo último que pensó antes de acabarse su energía y todo oscureciera.

***

Despertó. Tenía una venda en la cabeza, escuchaba gotas caer en un recipiente. Estaba en un hospital. Todos los demás pacientes lo miraban.
         Definitivamente nada de esto es normal, ¿quién me trajo al hospital?, ¿fue real lo que viví antes de perder el conocimiento?... ¿¡Es todo esto real!? —Palpó su cabeza en busca de dolor, de rastros de sangre, pero no encontró evidencia de lo vivido en el otro mundo.
         Pasadas unas horas, él se encontraba todo pensativo en la cama... todo estaba en silencio. Miraba avanzar las manecillas de un gran reloj colgado en la pared que estaba frente a él, se percató que a su lado, en un recipiente de cristal, había una flor.
         Una mujer mayor, paciente también, lo miraba desde la cama de al lado, tenía una sonrisa en su rostro.
         — Eres un jovencito afortunado —le dijo sonriente.
         — No entiendo… ¿qué es lo que quiere decir?
         — Es bueno que haya alguien que se preocupe tanto por ti. Aunque lo ideal hubiese sido que algún familiar tuyo te haya traído.
         — ¿Qué está diciendo?
         — Que tienes a alguien que está para apoyarte en todo momento… y fue quien te trajo aquí.
         Eso si no se lo esperaba, ¿quién lo habría llevado al hospital, si no fuese su madre?
         Entró una enfermera:
         — Martínez Leonardo Saavedra, ya llegó su responsable, por favor espere un momento.
         Unos segundos después apareció por la puerta esa chica que varias ocasiones había estado viendo en sus sueños o alucinaciones.
         — Buenos días —saludó.
         Sus ojos estaban bien abiertos, ahora ya no tenía dudas, era ella a quien había visto en otro plano, era ella quien le causaba tanto temor, quien casi lo mata de un susto.
         Se sentó en un banco al lado de Leonardo.
         — No te asustes, no voy a hacerte daño —le dijo de forma jovial.
         — Lamento que haya tenido que suceder así… realmente nunca tuve la intención de matarte del miedo.
         No pudo evitar sentir aún más miedo. Con el limitado movimiento de sus brazos trató de zafarse para salir de allí, pero ella lo detuvo poniendo sus manos sobre sus hombros.
         — Oye, tranquilo, yo sé que tienes muchas preguntas, y que tal vez no entiendas nada de lo que sucede pero… de momento no hagas el ridículo otra vez niño.
         Definitivamente era ella.
         Comenzó a invadirlo la angustia, ella lo notó rápidamente.
         — Escucha…no sientas miedo hacia mí… bueno, es normal que estés así después de todo… ya habrá tiempo de hablar, muchacho. —le sonrió.
         Era la primera vez que veía una sonrisa como esa, tan extrañamente relajante. Esto lo quiso hacer creer que no era una mala persona –o lo que sea que fuese— o al menos lo intentó, pero… ¿cómo saberlo, si ni la conocía?  Ella siguió sonriéndole cálidamente mientras trataba de entablar una conversación para generar confianza —en la que él no cooperaba— y luego, cuando finalizó el tiempo de visitas, se marchó.
         Una vez más el silencio, el silencio reinó en el cuarto de hospital.


         ¿Cómo es que me ha encontrado?, ¿por qué existe dentro y fuera de aquél lugar?, ¿quién es ella?, ¿todo lo vivido en ese lugar es real?, ¿o no?, ¿es ella la prueba de ello?, necesito ayuda… —recitaba lo mismo una y otra vez de la manera en que un cotorro repite las frases que le fueron enseñadas por sus dueños. Pasadas unas cuantas horas, por fin quedó dormido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario